EUROPA
PRESS
9 febrero
2017
Investigadores del Centro de Investigación Biomédica en
Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBEROBN) y de la Facultad de
Farmacia y Ciencias de la Alimentación y del Instituto de Biomedicina de la
Universidad de Barcelona (IBUB) han realizado un estudio que revela que
consumir fructosa tiene unos efectos más perjudiciales en el metabolismo y el
sistema vascular de los animales en comparación con la glucosa.
El
estudio, publicado en 'American Journal of Physiology-Heart and Circulatory Physiology', ha comparado los efectos del consumo de
glucosa o fructosa sobre el sistema vascular y el metabolismo de los lípidos
sobre el sistema.
El
equipo científico dividió una muestra de ratas hembra -más sensibles que los
machos a las alteraciones metabólicas- en grupos que ingirieron durante dos
meses un complemento líquido de glucosa o fructosa, además de su dieta habitual
de alimentos sólidos. En función del tipo de azúcar ingerido -glucosa o
fructosa- los resultados muestran diferencias en el aumento del peso corporal,
el nivel de triglicéridos y la fisiología vascular y en los animales
estudiados.
"Uno
de los efectos metabólicos más destacados es la alta concentración de
triglicéridos en el plasma del grupo de ratas que recibió fructosa. Este efecto
no podría explicarse únicamente por una mayor síntesis de lípidos en el hígado,
ya que tanto la glucosa y la fructosa incrementan la lipogénesis
hepática", señalan los investigadores.
Sin embargo,
los niveles proteicos de una enzima clave en la oxidación de ácidos grasos se
encuentran reducidos únicamente en las ratas que recibieron fructosa. "En
este grupo también aumenta la expresión de una proteína esencial para exportar
triglicéridos del hígado hacia el plasma en forma de lipoproteínas de muy baja
densidad. Todo esto nos lleva a pensar que, de forma específica, la fructosa es
capaz de reducir la oxidación de ácidos grasos e incrementar la salida de
triglicéridos del hígado en el plasma, y eso es lo que probablemente origina la
hipertrigliceridemia", añaden.
La
fructosa es un azúcar simple (monosacárido) que abunda en las frutas. Es uno de
los edulcorantes más habituales en la industria alimentaria -tiene un gran
poder edulcorante y bajo coste de producción- como azúcar sencillo, o bien como
componente de la sacarosa (un disacárido formado por glucosa y fructosa) o del
jarabe de maíz moro (enriquecido con fructosa).
Efectos sobre la presión arterial
Por
otro lado, también compararon la respuesta diferencial en indicadores de
patologías vasculares, mediante el estudio de la respuesta de la arteria aorta
después de exponerla a sustancias que provocan su relajación o contracción.
Así, se
ha observado que, en ratas que recibieron glucosa, la capacidad de la aorta de
relajarse al exponerla a un agente donador de óxido nítrico (nitroprusiato sódico) es superior, mientras que en las que
recibieron fructosa es menor, en comparación con el grupo control. Por tanto,
"desde el punto de vista vascular, la fructosa produce un efecto negativo,
ya que dificulta la correcta relajación de la aorta. En cambio, el efecto de la
glucosa resulta incluso beneficioso", indican.
Según
los resultados en animales de laboratorio y en cultivos in vitro,
el efecto beneficioso de la glucosa se explicaría por el aumento en los niveles
plasmáticos de adiponectina -una hormona producida y
secretada por el tejido adiposo que participa en el metabolismo energético-
aumento que no se produce en las ratas tratadas con fructosa.
Finalmente,
el grupo de ratas que consumía fructosa también ha mostrado marcadores ligados
a alteraciones hepáticas. Además de las alteraciones vasculares y hepáticas,
también hay más aumento de peso corporal en las ratas que recibían fructosa,
aunque consumían menos calorías que las otras ratas.
"El
hecho de que la fructosa reduzca la oxidación de ácidos grasos, y que también
incremente la síntesis de lípidos en el hígado, puede conducir a un aumento del
depósito de lípidos en este órgano, lo que se conoce como hígado graso. Esta
acumulación de lípidos en el hígado, aunque no provoca sintomatología en un
primer momento, puede acabar originando inflamación en este órgano y a la larga
podría derivar en patologías más graves, por lo que es mejor evitarla",
concluyen.